Vol. 29 Núm. 3 (2022): Envejecer

Edição ENVELHECER da Revista de Psicanálise da SPPA

En la actualidad, existe un aumento significativo del porcentaje de personas mayores en la población mundial y un cambio creciente en su rol, en el que la imagen dominante –positiva o negativa¬– sobre el envejecimiento se ha ido alejando del proceso de declive físico, evolucionando hacia una construcción social relacionada con el contexto histórico y económico. Esto culmina en una gran heterogeneidad en el grupo y pone en tensión el concepto de mayor, haciendo que la experiencia individual acabe imponiéndose sobre el rol social. A pesar de los avances sociales, esta franja etaria presenta características intrigantes y portadoras de un extrañamiento, a menudo manejadas en los extremos de la negación y la infelicidad. Quizás las palabras de Freud (1926) y Pessoa (1929) puedan ayudarnos a pensar a partir del contraste de posiciones. Cuando tenía más de 70 años, Freud, en una conocida entrevista concedida al G. S. Viereck, dice:

(...) no me rebelo contra el orden universal, al final he vivido más de setenta años. Tuve lo que comer. Disfruté de muchas cosas: el compañerismo de mi esposa, mis hijos, la puesta de sol. Yo vi las plantas crecer en primavera, a veces un amigo me estrechó la mano. Una o dos veces me encontré con un ser humano que casi me entendía. ¿Qué más puedo querer? (Freud, 1926)

En un poema, Fernando Pessoa (Álvaro de Campos, 1929) refleja otra forma de sentir el paso por la vida:

En el tiempo en que celebraban mi cumpleaños, Yo era feliz y nadie estaba muerto. En la casa antigua, hasta mis cumpleaños eran una tradición de siglos, Y la alegría de todos, y la mía, estaba de acuerdo con una religión cualquiera. (...) Hoy ya no celebro mi cumpleaños. Perduro. Los días se me suman. Seré viejo cuando lo sea. Nada más. ¡Rabia por no haber traído en el bolsillo el pasado robado!... ¡El tiempo en que celebraban mi cumpleaños!...(s/p)

En gran medida, el envejecimiento constituye ciertamente un proceso individual y matizado por el Yo de cada uno. Si buscamos un punto común dentro de la experiencia del envejecimiento, quizás la percepción de los expresivos cambios corporales represente el dato más constante e inexorable. Freud (1915) nos advirtió que, para el inconsciente, la idea misma de la muerte es inaccesible, como lo es el paso cronológico del tiempo y, en consecuencia, el envejecimiento. Al igual que en la adolescencia, en la que el Yo deberá sobrevivir al cuerpo nuevo y al estatuto del goce orgásmico (Roussillon, 2013), ¿qué nos acaba imponiendo en términos de trabajo psíquico este cuerpo en transformación por el envejecimiento? ¿Cómo trabajamos las nociones y los destinos pulsionales en tal fase? ¿Qué ilusiones y decepciones nos acompañan en esta etapa de la vida? ¿Qué logramos con la experiencia de envejecer? ¿Podemos entender que, hoy, paralelamente al aumento de la expectativa de vida, haya calidad para este alargamiento del tiempo? ¿Percibimos en nuestra cultura el respeto, la consideración, la valoración o la admiración por el saber y la experiencia de las personas mayores? ¿O hay un cambio de paradigma cuando se invierten las posiciones, sobrevalorando la juventud, la fuerza física y el vigor sexual de la adolescencia? ¿Sería realmente posible que los seres humanos tomaran como una posibilidad la experiencia de generatividad propuesta por Erikson (1998)? Ella contempla una perspectiva en la que la continuidad se da por el deseo de orientar, guiar y ayudar a las nuevas generaciones a encontrar su lugar en el mundo, permitiendo al final una sensación de mayor integridad del Yo. Reflexión y experiencia, elementos esenciales para la cadena de ciclos, funcionarían como contrapartida a las experiencias de estancamiento. Estas serían algunas cuestiones sobre la concepción psicoanalítica del envejecimiento, vivido y presenciado por nuestro propio envejecimiento, así como el de nuestros pacientes y analistas. Al ampliar el tema del envejecimiento como un proceso continuo, infinito y no restringido solo al universo intrapsíquico, relacionándolo con el mundo externo, observamos el envejecimiento, acompañado o no de muerte, para instituciones, ideologías, conceptos, modelos, tecnologías y tendencias. De esta forma, cuestionamos si, después de las fases transitorias, lo que sucede es la maduración con la ganancia de experiencia o la muerte en el sentido de necesitar morir para renacer, renovar. ¿Se mantienen los vértices de continuidad progresiva o hay rupturas? ¿Y sobre el psicoanálisis? ¿Se percibe un “envejecimiento” en nuestros modelos de formación? ¿O hay renovación en los protocolos de formación y en la transmisión de conocimientos a las nuevas generaciones de psicoanalistas? ¿En qué medida los cambios sistemáticos y frenéticos a los que hemos sido retados contemplan y evolucionan nuestros modelos teóricos y técnicos o nos impulsan hacia cambios emergentes avanzando irreflexivamente, saltando entre riesgosos extremos de banalización o extinción del psicoanálisis? 

Publicado: 2022-11-16

Editorial

Artigos